Allá por la década de los 80, cuando el equipo Ciego de Ávila, como norma, perdía más de los que ganaba, le pregunté a Mario Salas Inerarity si no le molestaban los comentarios, injustos en la mayoría de las ocasiones, que hacían los aficionados sobre su desempeño como director de equipo.
La respuesta que me dio me sirvió de guía en mi posterior desempeño profesional, pues yo también era blanco de críticas por aquel entonces, lo mismo de parte de los “Tirios” que de los “Troyanos”.
“La razón de ser de cada juego de pelota en nuestras series nacionales son los aficionados. Sería muy aburrido que los estadios estuvieran vacíos o que, al concluir el partido, nadie te criticara o felicitara. Es verdad que hay muchos que no saben nada de este deporte, pero otros sí y te puedo decir que he aprendido mucho de ellos”.
Aunque ahora parezca que su afirmación era obvia, para mí fue una enseñanza de vida, pues en mis años iniciales en la profesión, también recibí bastantes reprimendas — aunque en la actualidad las recibo igual—, pues no interiorizaba que yo escribía para lectores y no para autocomplacerme.
En este tema medité luego de que los Tigres, en su incursión por el occidente, perdieran cuatro de los cinco partidos ante Industriales en el Latinoamericano.
Resulta que, los mismos que ayer elogiaban la fortaleza del conjunto de Dany Miranda, ahora afirman que se trata de un equipo que “no tiene nada de nada”. ¡Qué cosas tiene el béisbol! Así de lindo y complicado es nuestro deporte nacional.
En efecto, el actual equipo avileño no tiene tantos ingredientes como para ganar 16 partidos en 18 salidas, pero tampoco es de tan bajo nivel como para caer de forma consecutiva en cuatro ocasiones.
Ya he dicho en más de una oportunidad que del béisbol, lo más profundo que aprendí como comentarista deportivo es que ningún equipo es tan grande cuando gana, ni tan malo cuando pierde, por eso solo me limitaré a enunciar que, al igual que el conjunto salió de aquel momento en que parecía invencible, ahora, más temprano que tarde, también romperá la racha adversa.
Y hay argumentos para sustentar tal opinión, como por ejemplo que sigue siendo el único plantel cuyo pitcheo permite menos de cuatro carreras limpias por juego o que su ofensiva (317) solo es superada por la de Granma (359).
Pero urge resolver los problemas defensivos, asignatura pendiente no únicamente para los nuestros, que no son los de peor ejecutoria, justo sea decirlo. La defensa avileña (965) es solo superior a la de cinco escuadras de las 16 que intervienen en la lid. Y ya se sabe que los errores no solo cuestan carreras, sino también impactan en la concentración de los lanzadores y en la confianza, en sentido general, del conjunto.
Al cierre de la subserie ante Industriales, el equipo de Ciego de Ávila archivaba 29 pifias, de las cuales 8 se le anotaron al torpedero Michel Arteaga, 6 a Rubén Valdés, y 5 a Raúl González, con lo cual el cuadro avileño acumula el 65,5 por ciento de los errores del equipo.
El problema con los errores es que casi siempre tienen consecuencias, más allá de los guarismos individuales: de las 96 carreras permitidas por el pitcheo de los Tigres, el 21 por ciento son sucias.
Este martes Ciego de Ávila inicia el enfrentamiento particular con Artemisa, un rival que tradicionalmente les da batalla y que ahora está incluido en la primera mitad de la tabla de posiciones con 11 éxitos e igual número de derrotas. Ojalá la reacción llegue más temprano que tarde.