Coincidí días atrás, ya casi en el chirrín chirrán del 2022, con un grupo de mis compañeros de los tiempos buenos de los 80 y también de los años duros de los 90.
Traguitos de ron Ávila por medio —que nuestros bolsillos no llegan a las dos cervezas― el tema no pudo ser otro que las dificultades económicas de hoy. Estuvimos en la catarsis por más de una hora.
Por supuesto, no faltó la polémica, el mirar las causas y hasta las consecuencias de lo que ahora vivimos. Fue un intento de análisis de nuestro presente y futuro, desde nuestras vivencias personales y la información que nos llega, o a la que nos exponemos.
Mis amigos, de las buenas y las malas, mencionaron varios porqués de la actual situación en Cuba. Coincidieron, eso sí, en que los males no son solo consecuencia del bloqueo (aunque el estrago es enorme), sino también de ese otro tejido de trabas, obstáculos y burocratismo que tanto daño nos hace y que, casi siempre, está a la sombra de la verdad.
Por eso, al hacer públicos mis deseos para este 2023, lo hago como si fuera el resumen de aquella extensa charla. No son muchos, pero se los cuento.
Que no dejemos de ser faro que irradia esperanza a los millones de analfabetos y hambrientos que viven en esas “democracias” de oropel y fuegos de artificio.
Que nuestros científicos nos sigan acompañando y confirmen la tremenda certeza de 2021 y 2022: son el escudo para defendernos de virus y males y cualquier desesperanza.
Que la seguridad ciudadana siga siendo una de nuestras principales banderas en un mundo donde la violencia y la droga nos roban todos los días un pedazo de horizonte.
Que en mi Cuba se haga realidad la sentencia de Silvio “tener no es signo de malvado y no tener tampoco es muestra de que acompañe la virtud”. O lo que es lo mismo: que no sean mirados con “malos ojos” quienes, desde sus trabajos particulares, sujetos a las leyes, acumulen cantidades de dinero muy superiores a las del ciudadano medio.
Que nuestro sistema de Salud siga dándonos cada vez más calidad y seguridad de vida y que los médicos no dejen de ser ese rayo de esperanza y solidaridad en el mundo y que la Educación y el Deporte no dejen de ser derechos del pueblo y que podamos ejercerlos sin recortes materiales.
Pido también que el Gobierno, a todas las instancias, no asuma el exceso de burocracia como algo natural de nuestra realidad, sino como una mala hierba que entorpece y no deja crecer lo bueno.
Que la lucha contra la corrupción no sea por temporadas, sino permanente, pues en ese enfrentamiento tenaz y diario nos va la supervivencia de nuestro proyecto. Que los corruptos tengan nombres y apellidos y que, precisamente, uno de los castigos sea el dejar de estar en el anonimato.
Ojalá este 2023 sea el punto de partida para evaluar con otra óptica las opiniones diferentes y que las divergencias no corran el riesgo de ser contadas como enemigos.
Sería un gran logro si las reuniones fueran cada vez menos y dejaran de ser el escenario en el que las palabras son más aplaudidas que los hechos.
Este nuevo año sería muy distinto si, de una vez y por todas, desaparecen el consignismo, las campañas pasajeras y el triunfalismo vano de todos los espacios públicos donde se decide la vida de todos.
Por último, solo pido defender la Revolución desde su esencia original: el humanismo. Que prime el no tener miedo a cometer errores, pero también el valor de reconocerlos. Solo eso pido.