El virtuoso

    Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
     
    Valoración:
    ( 0 Rating )
    Pin It

    el virtuosoA Enrique Figuerola le hicieron desistir de sus sueños de pelotero y luego se convirtió en una figura legendaria en los 100 metros planos. Alberto Juantorena, desde pequeño, tuvo la ilusión de ser un gran baloncestista y después deslumbró a las multitudes en los 400 y 800 metros, al extremo de ser el primer humano en coronarse en ambas distancias, en la olimpíada de Montreal ’76.

    En 1982, a Jesús Echarte Leiva le dijeron que no podía integrar la escuadra avileña de béisbol. “Dedícate a otro deporte que tú no das pelotero”, fue la frase que le truncó sus aspiraciones.

    Cabizbajo se marchó del estadio, tal vez pensando que hasta ahí llegaría su vida como deportista.

    Por ese don de los hombres persistentes, de los que saben levantarse, volvió y se dedicó al softbol, el deporte de su vida, como él lo califica. Tan así es que militó durante durante 21 años en la selección nacional y para muchos ha sido el mejor bateador cubano de todos los tiempos.

    “Hay que oír a cuantos puedan enseñarte, incluso, a aquellos cuyas opiniones nada aportan. De cada situación uno debe sacar las mejores enseñanzas”. Esa es su filosofía y la respeta al pie de la letra.

    Chuchi, como se le conoce en los diamantes, dejó huellas en los terrenos por donde pasó y fue nueve veces líder de los bateadores en torneos del patio; internacionalmente participó en un campeonato mundial, cuatro Juegos Panamericanos y seis Centroamericanos, entre otras competiciones de gran relevancia.

    “Siempre me propuse metas superiores. Para mí, y lo digo con el riesgo de que me tilden de inmodesto, batear por debajo de los 300 en las competencias significaba haber ido a perder el tiempo. Esa era la mejor manera de ayudar a mi equipo: explotar mis potencialidades a la ofensiva.

    Los resultados no son solo del atleta. Los entrenadores y la familia influye en la formación y en este último aspecto le debo mucho a mi padre, quien siempre fue mi principal sensor, mi crítico, cuando algo no salía bien, porque él estaba al tanto de lo más mínimo, hasta de la forma en que me paraba en el home”.

    —¿Realmente le hubiera gustado ser pelotero?

    —En  un principio, sí; pero me obligaron a abandonar ese deporte. En el primer Campeonato Provincial en el que participé, allá por 1982, promedié 338, y 435 en los entrenamientos. Solo me llevaron a la preselección y yo quería más. Con esos truenos…

    —¿Entonces los truenos le abrieron el camino?

    —Fue una suerte, un privilegio, descubrir el softbol. Dicen que soy, junto al ciclista Eliecer Valdés, también retirado, el deportista avileño que más tiempo permaneció en un equipo nacional.

    —¿Cuánto bateó en los campeonatos nacionales de softbol?

    —No puedo decirte con exactitud, porque durante varios años no compilaban la actuación en el softbol. No llevaban las estadísticas.

    —Quienes le seguimos dentro de los diamantes, pudimos observar  que siempre andabas con el traje limpio, pulcro. ¿No sería este un signo de falta de entrega, de agresividad?

    —Para mí el juego constituía una fiesta, y a las fiestas vas con tus mejores atuendos. Dentro del juego fui agresivo cuando debía serlo. Fuera del juego soy pasivo, me llevo bien con todo el mundo. En mi posición, la primera base, es inusual que te ensucies mucho. Si eso sucedía, cuando terminaba el juego lo primero que yo hacía era lavar el uniforme para salir presentable  en la próxima jornada.

    —¿A qué crees se debió la longevidad deportiva?

    —A la exigencia conmigo mismo, al entrenamiento constante, a la preparación física y mental. Lo otro que me ayudó es que no fumo, y no bebo ni refrescos.

    —¿En cuántos eventos internacionales participó?

    —En más de 30, incluido el Campeonato Mundial de Canadá, en 1998, una experiencia única. Alcanzamos el cuarto lugar. Allí promedié 455 y quedé segundo en hits conectados”.

    —¿Cree que podrá repetirse la historia?

    —El deportes cubano jamás renuncia a los grandes empeños, pero creo que por ahora estamos distante de la élite mundial. Nos falta participar en más topes internacionales, chocar con los equipos grandes y seguir desarrollándonos.

    Padre de tres hijos (dos hembras y un varón que no le gusta el softbol), Echarte también estuvo cuatro años en la Liga Especial de Venezuela, con los Monstruos de Carabobo, subcampeón del país en el tiempo en que el cubano militó en sus filas.

    Guarda con especial satisfacción la victoria que obtuvieron los cubanos en un encuentro amistoso frente al equipo del Ejército, donde jugaba el presidente Hugo Chávez Frías. “Fue muy parejo, pero nos impusimos”, asevera.

    —¿Qué se siente cuando se es elegido para estar en el salón de la fama de las Grandes Ligas Norteamericana, donde han llegado pocos cubanos?

    —Me llena de alegría. No abundan los deportistas cubanos en algún salón de la fama; acogí la noticia con beneplácito y humildad. Sinceramente, eso de salón de la fama me suena extraño. Yo lo único que hice fue practicar con amor el deporte de mi vida.