Jorge Martínez Wilson, el mejor judoca de la historia en Ciego de Ávila por sus resultados competitivo, no conoce la soberbia y carece de cualquier afán de protagonismo, pese a los 10 años de permanencia en la selección nacional de Cuba.
Lo ha demostrado en su carrera deportiva: cuando le tendió la mano a un amigo, cuando en algún momento dijo: «que vaya él, que está mejor ubicado en el ranquin. Yo me quedo» o cuando, fuera del tatami, no vacila en compartir o ayudar a cualesquiera de sus rivales. No conoce el rencor, porque «el rencor es un abismo sin fondo y no puede ser bien mirado por persona alguna».
La última victoria sobre uno de los rivales en la división de los 81 kilogramos fue en la Gala de Campeones, celebrada en la ciudad de Cárdenas, Matanzas, donde derrotó por descalificación a Yaser Baeza.
Uno, que lo ha observado desde que inició en el deporte cuando tenía unos 11 años de edad, sabe de la fibra de ese muchacho que a los 29, no deja de soñar en la búsqueda de mejores resultados, aunque para él, la carrera deportiva siempre ha estado llena de obstáculos, entre caídas, lesiones, injusticias, derrotas y victorias.
No hace mucho, Jorgito, como le llaman los más allegados habló por primera vez con el periódico Granma.
—Momentos de mayor agrado dentro del deporte.
—La primera vez que gané el campeonato absoluto de mayores, que ocurrió en el año 2009, cuando peleaba en la división de 73 kilogramos. Pasado los años subí a los 81 kilos, donde atesoro la medalla de bronce en los Panamericanos de Lima-2019, y la presea de plata en la Copa del Mundo de Bélgica, en el 2013; también la medalla de oro por equipos en los Juegos Centroamericanos de Barranquilla, Colombia. Mi victoria fue decisiva en ese resultado.
—A los 29 años nada está acabado en el judo. ¿Qué se necesita para seguir en la élite?
—Mucha entrega, disciplina, inteligencia y cuidarme de las lesiones.
—¿Cuál ha sido tu sueño más anhelado?
—Obtener una medalla olímpica o mundial. No dejo de soñar
—¿Qué grandes éxitos o fracasos imaginas, qué avizoras en tu futuro?
—No he pensado mucho en un futuro lejano, sino en las metas cercanas y como me preparo para enfrentarme a ellas. Ahora mismo acabo de ganar la Gala de Campeones, pero creo que mi futuro estará vinculado a transmitir todo lo que he aprendido a las nuevas generaciones. Estaré donde haga falta y me crea útil. Son 10 años en el equipo y casi toda una vida en el judo. Es difícil desprenderse.
—Todas las caídas son doloras. ¿Las derrotas te desaniman? ¿Cómo disfruta las victorias?
—Las derrotas duelen porque uno se prepara y entrena para las victorias. Las derrotas uno las abraza con amargor y saca de ellas la mejor experiencia. Las victorias las disfruto a sangre fría, porque pienso que el rival también pudo obtenerla.
—¿Cómo es la preparación en el equipo nacional?
—Entrenamos en dos sesiones diarias, judo en las mañanas y preparación física en las tardes. Entre ambas actividades sumamos seis o siete horas; también depende de la etapa en que nos encontremos. Si hay competencias, la preparación es más corta, pero con mayor intensidad.
—La clasificación a unos Juegos Olímpicos se te hace escurridiza.
—La clasificación a los próximos Juegos Olímpicos en mi división es casi imposible. Los problemas financieros afectan mucho y hay atletas de otras divisiones mejores ubicados. Creo no haber tenido muchas oportunidades. He dejado de participar en muchas competencias y cuando uno no topa con la élite no llegas a ella. El tiempo pasa y cada vez son menos las oportunidades.
—¿Cuál es el estado de salud del judo cubano?
—Es bueno. Tiene varios muchachos y muchachas con deseos de imponerse. El talento existe, lo que hay es que trabajar y competir con la élite del mundo, algo que por problemas económicos no hemos hecho.
—¿Cómo se relaja Jorgito fuera del tatami?
—Oigo música, bailo y veo series de televisión
—¿Por qué el judo?
—Yo era un muchacho muy activo y me encantaba todo lo que tuviera que ver con deportes de combate. El gimnasio de judo me quedaba cerca de la casa y un día los amigos del barrio me embullaron. Y aquí estoy.
—Volvamos a los Juego Panamericanos de Lima, Perú. Pienso que pudiste ganarle a Medickson del Orbe, de República Dominicana.
—Yo esperaba esa victoria porque me preparé al máximo y mi entrenador y yo trazamos un plan táctico muy bueno, que yo iba cumpliendo al pie de la letra, pero hubo un momento de descuido en el golden score y ahí se me fue la victoria. Tú sabes cómo suceden las cosas. Contrario a lo que muchos piensan, Medickson tiene un altísimo nivel competitivo. Él no entrena en República Dominicana. Lo digo sin ánimo de justificar la derrota, pero es la verdad.
—¿A cuántos japoneses has enfrentado?
—He tenido la oportunidad de enfrentarme a dos japoneses, con una victoria y una derrota. De ellos siempre se aprende. Saben conducir el combate con maestría y agresividad controladas. Puedes ir delante o detrás que ellos parecen inmutables y cuando le das la más mínima oportunidad eres hombre muerto. Saben cuándo atacar, en el momento oportuno.
—¿Qué es un campo de entrenamiento y en cuántos ha participado, al lado de que judocas famosos?
—Un campo de entrenamiento es una concentración de judocas de distintas naciones; es decir se combate en el entrenamiento con el mismo rigor de la competencia, pero sin árbitro. Nadie gana ni pierde. He tenido la oportunidad de estar en dos campos de entrenamiento en Alemania y Hungría, junto a grandes figuras, como el griego Ilias Iliadis y el 10 veces campeón del mundo, el francés Teddy Riner.
—¿Cuál es tu Tokui Waza (técnica preferida)?
—El seoi nage y el kosoto gake, aunque domino otras.
—¿Qué ha significado en tu carrera deportiva el matancero Iván Silva, uno de los rivales más fuertes que has tenido dentro y fuera del país?
—Me enfrenté a él por primera vez en el 2013 y le vencí, en una copa Cerro Pelado; después volvimos a vernos las caras en el campeonato nacional de ese mismo año y volví a derrotarlo. Si te digo algo no me crees: en competencias oficiales jamás me ha ganado, pero es un gran atleta, muy combativo, talentoso e inteligente, con un altísimo nivel técnico. Para mí es el mejor judoca cubano de la actualidad y uno de los mejores del mundo en la división de los 90 kilogramos.
«Nos conocemos muy bien, pero sinceramente te digo que, si volviéramos a enfrentarnos, creo que la victoria sería de él. A no ser que se descuidara (ríe).
«Me ha ayudado a crecer como judoca y creo haberle ayudado en algo. Tuvimos una rivalidad muy grande sobre el tatami. Muchas veces la sangre de ambos aparecía en los combates; en lo personal nos llevamos bien.
Jorge Martínez Wilson, licenciado en Cultura Física, cuatro veces campeón de Cuba en los 81 kilogramos y una vez en los 73, tiene la vocación guerrera de los espartanos. Parece querer ganarlo todo y siente que todavía no ha ganado nada. Bien lo sabe, porque en el judo no existen los aperitivos, menos para quienes sueñan con el olimpo.