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    Maceo y el Che: dos hombres unidos por la historia

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    Resulta imposible abordar la historia de Cuba sin hacer referencia a las figuras de Antonio Maceo Grajales y Ernesto Guevara de la Serna. Dos hombres que, a pesar de haber vivido en épocas diferentes, lucharon incansablemente contra toda forma de colonialismo, sacrificando, incluso, lo más preciado: la familia y su propia existencia. Maceo y Che, como comúnmente son llamados, constituyen un paradigma para todo pueblo que aspire o luche por la consolidación de su soberanía.

    Antonio Maceo Grajales nació el 14 de junio de 1845 en la ciudad de Santiago de Cuba. Durante su niñez y juventud cursó los primeros estudios, adquiriendo una cultura elemental, asumió la administración de la finca perteneciente a su familia y se dedicó a la comercialización de productos agrícolas. A los dos días de haberse producido el alzamiento del 10 de octubre de 1868 se sumó a la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Su valentía, arrojo, disciplina y dotes como estratega militar le posibilitaron alcanzar el grado de Mayor General y ocupar importantes puestos dentro de la estructura de mando del Ejército Libertador en la región de Oriente, todo ello a pasar de los prejuicios raciales y de clases existentes hacia el interior del bando independentista.

    El 15 de marzo de 1878  Antonio Maceo llevó a cabo la Protesta de Baraguá, donde dio a conocer al alto mando militar español su oposición al Pacto del Zanjón -documento que proponía el establecimiento de la paz sin contemplar la independencia de Cuba, ni la abolición total de la esclavitud- y su decisión de continuar la lucha. No obstante a ello el general oriental no pudo evitar el fracaso de la Guerra de los Diez Años. Durante el período de la Tregua Fecunda (1878-1895) se mantuvo, mayoritariamente, en el extranjero, estableciéndose en diferentes naciones del continente americano. A lo largo de esos años se vinculó u organizó varios intentos fallidos por poner fin al colonialismo español en la Mayor de las Antillas. En 1893 se sumó al proyecto revolucionario de José Martí y regresó a Cuba a principios de 1895, en una expedición dirigida por Flor Crombet.

    Durante la Guerra Necesaria (1895-1898), Antonio Maceo ocupó el cargo de Lugarteniente del Ejército Libertador y asumió el mando de la Columna Invasora, que partió desde Mangos de Baraguá (Oriente) y llegó hasta Mantua (Pinar del Rio), llevando a cabo la hazaña de extender la lucha a toda Cuba. A la lo largo de esta gesta, el general oriental, nuevamente, hizo gala de sus virtudes como cuadro militar y garante del orden y la disciplina de las tropas mambisas. Cayó combatiendo el 7 de diciembre de 1896 en San Pedro, La Habana. De esta manera concluía la vida del Titán de Bronce, quien participó en más de 600 combates y  recibió 26 heridas de guerra.

    Mientras tanto, Ernesto Guevara de la Serna, también nació el 14 de junio, pero de 1928 en Rosario, Argentina. A lo largo de su niñez y juventud mantuvo un contacto asiduo con el entorno rural y cursó diferentes estudios hasta obtener el título de médico. Durante esos años, también, viajó por varios países latinoamericanos y entró en contacto con diferentes figuras y fuerzas progresistas del continente. Una vez radicado en México conoció a Fidel Castro y rápidamente simpatizó con la causa del Movimiento Revolucionario 26 de julio. El joven argentino formó parte de los 82 expedicionarios del yate Granma que desembarcaron en Cuba y fue uno de los sobrevivientes al combate de Alegría de Pío, 5 de diciembre de 1956.

    Una vez iniciada la lucha insurreccional contra la dictadura de Fulgencio Batista, Ernesto Guevara dio muestras de sus cualidades para la guerra de guerrillas, lo cual le valió para ser nombrado comandante y se le entregara el mando de tropas, al frente de la cuales desarrolló varios combates en la región oriental. Posteriormente asumió el mando de la Columna Invasora número 8, Ciro Redondo  y llevó a cabo la proeza de, en tan solo 47 días y bajo el constante asedio del enemigo, trasladarse desde la Sierra Maestra (Oriente) hasta los macizos del Escambray (Las Villas), donde estableció acuerdos de acción coordinada con las fuerzas guerrilleras antibatistianas existentes en el centro de la Isla y desarrolló una  exitosa campaña en la región que culminó con la toma de la Ciudad de Santa Clara, el primero de enero de 1959.

    Luego que se produjera la derrota militar de la dictadura batistiana, Fidel Castro convocó a una Huelga General Revolucionaria y le ordenó a Ernesto Guevara marchar hacia La Habana, quien arribó a la capital el 3 de enero de 1959 y ocupó la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña. Posteriormente asumió diferentes responsabilidades en la dirección del país, tales como: presidente del Banco Nacional de Cuba, jefe militar de la región de Occidente, Ministro de Industrias, entre otras. A mediados de la década de sesenta se traslada hacia el exterior para fomentar la lucha guerrillera en el Congo y Bolivia, nación en la cual es asesinado el 9 de octubre de 1967, pasando a convertirse en un símbolo de lucha revolucionaria internacional digno de un Guerrillero Heroico.

    Los puntos en común entre estos dos grandes hombres resultan múltiples. El origen social acomodado, la estricta educación familiar conjugada con los estudios y el contacto con el entorno rural que contribuyeron a la formación de un carácter y condición física. Los viajes por el continente americano posibilitaron la estructuración de un sistema de pensamiento latinoamericanista que en el caso de Antonio Maceo se centra más en el contexto antillano y en Ernesto Guevara trasciende al internacionalismo. Ambas figuras son dignos exponentes de la intransigencia y radicalidad revolucionaria, inmortalizadas a través de la expresión del Titán de Bronce durante la Protesta de Baraguá: “Guarde usted ese documento, que no queremos saber de él” y del material documental donde el Guerrillero Heroico expresa: “Al imperialismo, ni un tantito así”.