LO VEO y se me ocurre pensar en los recitadores ambulantes que en la Grecia antigua iban de pueblo en pueblo, cantando poemas homéricos y poesías épicas, siempre con el acompañamiento de una vara.
Como aquellos rapsodas anda el doctor Jorge Antonio Calvera Rosés, arqueólogo, licenciado en Historia, Máster en Ciencias Arqueológicas, Hijo Distinguido de Ciego de Ávila, Orden Carlos J. Finlay, Premio Nacional de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de Cuba, en el 2005; y merecedor, recientemente, de la Réplica del Machete del Coronel Simón Reyes, la más alta distinción que confiere la Asamblea del Poder Popular en la provincia.
El trashumante hombre de espíritu gitano decidió plantar para siempre en Ciego de Ávila la tienda de campaña de su vida, luego de haberla armado en Baracoa, donde nació; Santiago de Cuba, Ciudad de La Habana y en algunos otros lugares, obligado por el trabajo y por faldas provocadoras.
Como resultado de esos andares silenciosos, le fueron naciendo hijos, hasta llegar a cinco, fruto de amores atrincherados, “vicio” que, aún hoy, a los 78 años, logra mantener a pura vista.
Camina acompañado de su bastón, y todos los días le llegan alucinaciones de huellas aborígenes, digo yo; “Alucinaciones, no”, refuta. Y advierte: “Son evidencias claras y sostengo que existieron en Cuba cacicazgos Taínos, en las áreas de concentración aborigen en la Sierra de Cubitas y Caonao, en la provincia de Camagüey; y en la zona de Cunagua y Los Buchillones, en el norte de Ciego de Ávila.
Y el plural de modestia es fiel a su humildad: “Durante siete lustros recolectamos evidencias en Cubitas, Caonao y, más acá en el tiempo, en Los Buchillones. En este último sitio hemos encontrado más de 1 500 piezas de madera, entre objetos y restos de edificaciones, la mayor muestra halladas en Cuba y en todo el Caribe insular. Esas casas tenían todas sus estructuras y los estudios revelaron que cada una de ellas era de propiedad comunal, porque vivía mucha gente unida por lazos consanguíneos.
“Investigamos, analizamos las piezas y vimos que entre todas había similitudes. Las cerámicas tenían un modelado muy parecido, seña de que las hicieron personas que convivieron en el tiempo y eran de una misma variante cultural.”
Sí hubo cacicazgos en Cuba fue la frase que destapó la caja de Pandora, cuando se la soltó a boca de jarro a Estrella Rey (hoy fallecida), una de las voces más autorizadas en el país desde los puntos de vista de estudios históricos y paleoetnográfico, quien siempre estuvo en contra de esa teoría.
“Ella me pidió que le explicara. Y le hablé de las pruebas encontradas en las áreas estudiadas, de la organización que posibilitaba el equilibrio entre las aldeas que compartieron el mismo espacio, en un mismo tiempo.
“Es mi opinión, le dije con total seguridad. Y le abundé sobre el tema: Son importantes determinadas características para que se diera un asentamiento de esta naturaleza: varias aldeas agrupadas, con zonas de caza, cultivo, pesca, y viviendas cercanas, y que hubiera intereses de unirse, porque si no, guerrearían entre sí. Me miró a los ojos y dijo: ‘Tienes razón, Calvera.’
“No niego que es cierto que en su momento hubo dudas a la hora de afirmar que existieron esos cacicazgos. Además de Estrella, lo negaron, en sus respectivos momentos, los doctores Ernesto Tabío y José Manuel Guarch, aunque este último dejó el camino abierto en sus análisis, y por ahí he transitado hasta hoy para apuntalar mi criterio.”
¿Quién pudiera dudarlo?, menos cuando se conoce los aportes de este científico a la arqueología: Creador, junto al doctor Antonio Núñez Jiménez, de un método válido para asignar pictografías a un grupo cultural definido; demostró mediante el estudio estilístico de las pictografías, que existe coherencia en la evolución de las pinturas rupestres de Cuba, y, a la vez, descubrió el sistema de asentamiento de Taínos Occidentales en la zona Loma de Cunagua-Pesquería, el del Área de Concentración Arqueológica Agroalfarera Cunagua-Caonao, y otro similar en Romanillo, todos nuevos para la arqueología cubana.
Calvera casi es un hombre feliz. Lo revela por primera vez. Si alguna zozobra alberga es que no tiene junto a él su gran familia de sangre.
“Todos, incluidos mis padres, emigraron hace años. Dije que no abandonaría mi Patria y aquí me quedé, solo con la compañía de mi hijo José Luis, quien es médico y especialista en la especialidad de ortopedia. Me siento regocijado, además, porque me moriré con la seguridad de que en Cuba hubo cacicazgos Taínos.”