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    Hombre de corazón guerrillero

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    Quién sabe cuánto de bueno habrá visto Álvaro Lagomasino, el renombrado cirujano del cardiocentro de Santa Clara, cuando le destapó el corazón guerrillero a Pablo Roberto León González, coronel (r) de las FAR, un hombre hecho para resistir emociones y guardar secretos.

    “Nadie. Nadie puede saberlo”, le dijo el comandante Raúl Díaz Argüelles un día de septiembre de 1973, cuando le daba instrucciones sobre la misión que cumpliría en Vietnam, al frente de otros 22 cubanos.

    Tal vez Argüelles no conocía que desde muchos años antes, en 1956, era el jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en la ciudad de Ciego de Ávila. León estaba acostumbrado a fraguar los secretos, algo que sigue a pie juntillas y no le han cambiado los 78 años cumplidos.

    Además de su bien ganada fama como combatiente, tiene otras nada infundadas: valor a prueba de titanio, luchador incansable — de los imprescindibles, como diría el poeta—, y hombre que jamás deja la palabra empeñada.

    “Cuando el gobierno de Batista, el solo hecho de ser joven era ya subversivo. Te exponías a que te mataran  en cualquier revuelta. Reconozco que éramos muchachos muy arriesgados, sin una definición política en un principio, pero decididos a cambiar el sistema.

    “Y la mejor muestra es que en el parque Martí, donde nos reuníamos, lo mismo hablábamos mal de la religión que del comunismo. Aquellas inquietudes que debatíamos, casi siempre de noche, después nos ayudaron en el transcurso de la lucha.

    “Allí coincidíamos Juan Blas Rodríguez, Francisco Herrera Roque, Cloroberto Echemendía, Pedro Martínez Brito, Raúl Cervantes, Roberto Rivas Fraga, José El Moro Assef, Everildo Vigistaín, entre otros. El compromiso con muchos de esos compañeros que cayeron fue siempre nuestra bandera de combate.

    Habla con la misma reserva de cuando era estudiante del Instituto de Segunda Enseñanza de Ciego de Ávila y se enfrentaba a los guardias del dictador Fulgencio Batista: “Siempre fui de sangre fría. Al enemigo no se le puede mostrar preocupación ni miedo. Lo comprobé en mis tiempos de lucha urbana, donde fui encarcelado en más de 20 ocasiones, y Fidel me lo ratificó en la Sierra Maestra, cuando me integré a la columna Uno José Martí, bajo su mando”.

    Como parte de esa fuerza participó en los combates de Santo Domingo, El Jigüe, Sao Grande, Vegas de Jibacoa, El Meriño y, después, con la Columna 11 Cándido González, llega al llano de Camagüey, como Capitán del Ejército Rebelde.

    “Recuerdo que antes de entrar en acción, en Santo Domingo, Fidel nos dijo que en nada se parecía la lucha en la ciudad a la de la Sierra. Y en verdad tenía razón. En las montañas uno se siente más seguro”.

    Muchos secretos guardó, pero ninguno como el de su participación en la ampliación del Camino Ho Chi Minh, una de las obras más importante de Vietnam en los tiempos de guerra.

    “Ellos lo comenzaron en 1959 y durante 15 años lo convirtieron en un sistema de vías en medio de la selva, por el que transitaban los pelotones de soldados rumbo al sur, en su lucha por la reunificación del país.

    “Los yanquis hicieron cuanto pudieron para impedir el paso de las tropas, desde poner sensores térmicos en la selva para detectar el avance de los hombres, hasta el bombardeo de los bosques, pero nada impidió el avance. Vietnam fue mi segunda misión. Antes había estado en Guinea”.

    Si pudiera desandar de nuevo mi camino lo emprendería con la misma decisión de la vez en que mi madre me llevó a la Sierra Maestra a luchar por lo que soñamos aquel grupo de muchachos inquietos del parque José Martí, en Ciego de Ávila.

    Roberto León, ingeniero civil, es una de las personalidades avileñas que ostenta la réplica del machete de Simón Reyes, uno de los mayores reconocimientos que se entrega en la provincia de Ciego de Ávila a personas con una relevante trayectoria.

    Lo oyes y te das cuenta que pese a las palizas y torturas, jamás se arrepentiría de haber vivido su propia batalla. Es uno de esos hombres para quienes hasta morir se convierte en una manera de vivir.

    Si con 78 años de edad y la salud un poco menguada, las circunstancias de una agresión enemiga lo llevan de nuevo a las montañas…

    “Allá me iría contento, con la misma decisión de la primera vez. No olvides que soy un hombre de corazón guerrillero”.

     (Invasor, febrero de 2011) Roberto León falleció en octubre de 2018.