La vuelta de la ropa reciclada

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La vuelta de la ropa reciclada

El ascenso y caída de la ropa reciclada o de segunda mano en el comercio estatal puede contarse no solo a partir de la memoria de los clientes habituales de esta mercancía. Más de uno encontró el pantalón que buscaba, el pulóver que nunca tuvo en aquellos cestos arremolinados.

 

La relación calidad-precio estaba del lado del consumidor —al menos al principio—, y había consenso en que, frente a la opción en moneda libremente convertible o las “perchas” clandestinas, era una buena opción.

También puede hacerse memoria hojeando las guías telefónicas de hace una década, donde aparecían los establecimientos así, sin más, con dirección y teléfono, y se podía llamar averiguando qué tipo de prendas quedaban disponibles o, con suerte, cuándo recibirían nuevos inventarios. Ese fue el ascenso.

Para hablar de la caída, basta caminar las tiendas donde antes había espacios dedicados a su comercialización, que hoy han sido ocupados por nuevos actores con los más disímiles productos. A juzgar por cómo van las cosas, no sería descabellado pensar que, en breve, habrá nuevamente perchas, porque de una forma u otra la ropa reciclada no se fue del todo. Pero no será como antes.

La caída, además, no es de ahora; es anterior, incluso, a la pandemia de coronavirus. En abril de 2019, Pablo Acosta Zorrilla, director comercial de la Empresa Universal en Ciego de Ávila, comentaba a este periódico que apenas estaban contratados dos contenedores, lo cual era muy inferior al promedio de años anteriores (exceptuando el 2018), cuando llegaban hasta seis a la provincia.

En ese entonces el problema era de desabastecimiento, sí, aunque la soga se rompía en las calidades de la ropa. Al decir de los compradores, “ya no era lo mismo”. Hoy, Acosta Zorrilla pareciera extrañar esos dos únicos contenedores que ya eran insuficientes hace cuatro años, porque desde principios de 2022 la mercancía dejó de llegar.

No es el único con nostalgias.

Dos décadas…

Sencillo no es rastrear el origen del comercio en Cuba de la ropa de segunda mano o usada. Ni todo el poder del buscador de Google ni los 935 000 resultados que da como posibles respuestas conducen al principio de un tirón. Caminando en reversa en esa máquina del tiempo se puede consultar la Gaceta Oficial número 22 de 2009, cuando el Ministerio de Comercio Interior aprobó los nuevos precios de la ropa reciclada que no cumplía los requisitos de la Calidad Primera.

La norma alude a otra resolución del propio ministerio, la 239 de 2002, que puso en vigor las “Listas Oficiales de Precios Minoristas en moneda nacional de la ropa reciclada de Calidad Primera y de la que no clasifica en esa calidad”. Ese parece el inicio.

Después de esa fecha las notas de prensa se debatieron en la pertinencia de esta “moda sostenible”, “alternativa”, “asequible”. Se escribieron artículos científicos sobre el consumo en el vestir de los jóvenes, que dijeron no gustar de este tipo de prendas —pero el estudio se hizo en La Habana en 2016, no en el resto del país, y ya para entonces muchas cosas habían cambiado.

Un año antes, y por primera vez (al menos en la bibliografía que pudimos consultar), se publicó una cifra no oficial de los montos que el Estado cubano destinaba a la compra de ropa de segunda mano, en mercados como Canadá. El excorresponsal de la BBC en Cuba, Fernando Ravsberg, cifró en 5 millones de dólares la importación anual, a razón de 0.68 dólar por libra de ropa puesta en puerto cubano. Su texto iba más sobre los mercados subrepticios y las cadenas ilegales de reventa, que desangraban las pacas abiertas, unas veces cambiando ropa vieja por una mejor, y otras llevándose lo de mayor calidad fuera del sistema de comercio minorista. Una verdad no comprobada, pero irrefutable.

Si tomamos como cierto el dato de 2015, la reducción fue drástica y coincide con lo dicho por Pablo Acosta Zorrilla cuando Invasor lo contactó hace unas horas: “en 2022 apenas recibimos dos contenedores, de 6 planificados. En lo que va de 2023, se planificó lo mismo, pero no ha llegado nada”.

El experimentado directivo reconoce que la ropa de segunda mano era uno “de los mejores negocios para su empresa”, algo en lo que coincide Edelmis Ríos Santos, director económico del Grupo Empresarial de Comercio en Ciego de Ávila (GECCA). Con la mirada sobre los escaques de las tablas de Excel dice que en 2022 (incluso con el déficit de mercancías de este tipo que ya se acusaba) su entidad aportó 11,4 millones de pesos a la circulación mercantil minorista. En el GECCA saben muy bien lo que significan esos millones de menos.

 … y contando

Nadie lo ha dicho por lo claro, pero como en otros sectores socioeconómicos del país, reactivar el negocio estatal de la ropa reciclada podría venir de la mano de un encadenamiento con formas no estatales de gestión. A fin de cuentas, si los grupos de venta en redes sociales de Internet están llenos de ofertas de este tipo es porque los nuevos actores capitalizaron ese nicho de mercado.

Las evidencias están por doquier. En los grupos de Facebook se puede encontrar desde la ropa al detalle hasta quien presume de mayorista y ofrece pacas de 100 libras por valores entre 90 000.00 y 115 000.00 pesos cada una. Un cuentapropista avileño, consultado por INVASOR —segundo eslabón en la cadena logística (no es el importador)—, confirma la primera cifra y asegura que quien vende a más de 90 000.00 pesos, o hasta en 400.00 dólares, está “abusando”.

El “abuso” lo paga, por supuesto, el cliente final, que compra una prenda de uso en 800.00, 900.00 o más de 1000.00 CUP. “De todas formas da más negocio que comprar en las tiendas en MLC o en la calle. Mucha de esta ropa es de mejor calidad, única, a veces, hasta de marcas reconocidas”, ripostan los compradores.

Dianelys Pérez Jiménez, directora de Inteligencia Comercial, Análisis de Precios y Exportaciones de la Empresa Encomil, corrobora la importación de contenedores de 20 y 40 pies rebosantes de pacas de hasta 100 libras de peso. Como empresa autorizada a la actividad importadora y exportadora, Encomil gana en la transacción un 1,1 por ciento del total de la facturación, pero todos los gastos en que se incurre con cada operación (flete, estadía de puerto, transportación, etcétera.) los asume el cliente, según mandata el artículo 22 de la Resolución 315 de 2020 del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Aunque no aporta datos oficiales sobre las operaciones, Pérez Jiménez sí puede decir que 2023 se comporta en cifras similares a 2022, con lo cual no habla de una “explosión” de importaciones. En la opinión del consejo de dirección del que forma parte, los precios “mayoristas” y “minoristas” no se encarecen por los costos del proceso, sino, y cita a sus clientes, por el precio de las divisas en el mercado cambiario informal. “Después que las pacas pasan la Aduana, se multiplica por 230-240 su contenido”.

Todo parece indicar que los proveedores son los mismos, ya que las pacas están llegando desde Canadá. El negocio, hasta donde se ve, es bastante redondo y lucrativo. Si cada paca tiene unas 200 prendas (según el tamaño de la ropa) y cada prenda puede costar, como promedio, 800.00 pesos, saque usted las cuentas.

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Los tiempos en que una camisa de mangas largas para hombre costaba 33.00 CUP (hoy la más barata cuesta 700.00) quedaron casi en el olvido y no volverán, a juzgar por lo dicho por Acosta Zorrilla. Cuando aducía a un cambio en las reglas del juego no podía precisar todo lo que cambiará, pero sí un aspecto que parece fundamental: si antes tenían hasta 30 días hábiles para pagar, de retomarse la venta de ropa reciclada en los establecimientos estatales, su empresa mayorista deberá pagar anticipos. Habrá que ver si su entidad puede operar con la misma “liquidez” que los privados.

El estancamiento de los inventarios, presumiblemente porque la ropa no satisfacía las exigencias de los clientes, provocó en 2014 una rebaja general de hasta el 70 por ciento de los precios. Solo en Sancti Spíritus, donde una nota del periódico Escambray daba cuenta de ello, los almacenes y tiendas tenían 17 millones de pesos inmovilizados en prendas sin salida comercial.

“Las de primera pasarán a tercera categoría y las restantes (tercera y segunda) a liquidación. Ello facilita el expendio de ropas que, aunque muestran diseños antiguos, pueden ser transformadas en el hogar”, explicaba la publicación y añadía: “El Grupo Empresarial informa que, hasta tanto no se avance en la liquidación de las ropas recicladas con el reajuste de precios, no se accederá a la obtención de nuevas pacas y, una vez que se adquieran, serán clasificadas para seleccionar todo el producto de primera, con destino a la población; el resto pasará a las Atelieres para su transformación o tendrán otros destinos, como materia prima de diversas producciones”.

Cinco años después, las llamadas “shopitrapos” empezaron a desaparecer a falta de mercancía. En 2020 llegó la COVID-19 y el mundo se detuvo. Para 2021, cuando algunos engranajes retomaron su movimiento, el Observatorio de Complejidad Económica —plataforma de visualización y distribución de datos en línea, nacida en el seno del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), e independiente desde 2017— cifró en 1,32 millón de dólares las importaciones desde Cuba de ropa usada. De ese monto, el 83 por ciento provenía de Canadá.