«Me preocupa que se pierda el optimismo en el campo»

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 «Me preocupa que se pierda el optimismo en el campo»

José Alberto González Sánchez, el único presidente de una Cooperativa de Producción Agropecuaria miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, no anda desgranando sus méritos de esquina en esquina, ni se vanagloria de los «galones» que tiene; más bien sigue siendo el mismo guajiro, nacido en las tierras rojas de un batey inexistente hoy: Los Borges, en el municipio de Primero de Enero, tierras que un día se vio obligado a «permutar» por las de La Cuba, a donde llegó como ingeniero pecuario en la etapa de servicio social.

Y desde entonces eslabona una cadena de 34 años en la CPA, la mitad de ellos conduciendo a «los mejores guajiros del mundo», incluidos los de la cooperativa 26 de Julio, de las buenas de verdad, que tiempo atrás perdió el rumbo, entró en shock económico y fue imposible salvarla. La decisión fue anexarla a la Paquito González.

—¿Ahora tienen dos cooperativas en una?

—No. Es una sola: la Paquito González, que el próximo abril cumplirá 45 años de fundada, sin jamás haber tenido pérdidas económicas. Cuando se decidió disolver la 26 de Julio, todos los medios pasaron a la Paquito, incluidas más de 500 hectáreas (ha) de tierra, la mayoría sin cultivar. Hoy debemos estar entre las mayores CPA del país, con unas 1 000 ha que, gradualmente, pondremos en explotación, sobre todo, las nuevas que nos anexaron. La unión fue acertada. Al principio hubo su rechazo porque los guajiros aman a la organización de la que fueron fundadores, sus tierras, sus cultivos. Ahora manifiestan que el cambio debió hacerse mucho antes. Buenos los hombres de la 26: trabajadores excelentes, dispuestos a realizar cualquier trabajo.

—¿Se hace muy difícil producir en los tiempos actuales, con falta de recursos y otros medios?

—Muy, muy difícil, pero los campesinos estamos para quitar las piedras del camino, buscar soluciones a la producción de alimento, una deuda no saldada. Cuando volteas la cabeza y miras sobre el hombro, te das cuenta que no siempre se trabaja bien, con empresas estatales, CCS y CPA que suman ineficiencias por toneladas y pérdidas millonarias por alimentos dejados de producir y planes incumplidos.

«Por nuestra parte llevamos todo a punta de lápiz los aciertos y desaciertos que cometemos, a la vez que tratamos de aprovechar cada fortaleza que asoma en cualquier lugar, escuchando a cada asociado. Llevamos los cálculos hasta del agua que consumimos

«Un dato ilustra tal aprovechamiento. En tres caballerías (40.26 ha) se bombeaban 400 litros por segundo y promediaban unos 7 000 quintales; cambiamos la bomba y ahorramos electricidad. Fue así cómo implementamos un sistema de riego eficiente (por goteo) y con 40 litros por segundo estamos obteniendo 20 000 quintales. El agua se reduce 10 veces y los rendimientos se multiplican por tres».

«En el 2002 está cooperativa produjo 232 000 quintales, poco más de 10 670 toneladas (tn). Pensamos que, en las condiciones actuales, con el crecimiento de los sistemas de riego y las áreas a explotar en los cultivos varios, más el esfuerzo, sacrificio y sabiduría de todos aquí; con los adelantos de la ciencia y la técnica, el desarrollo del humus de lombriz. Con los sistemas de fertirriego podemos sobrepasar los 400 000 quintales, un número respetable. Sería como producir 18 400 tn de de alimentos para la población. Eso es cosa seria y hacia allá vamos».

—¿Usted y sus hombres alguna vez han estado en el banquillo de los acusados por bajas producciones, los altos precios?

—Puede que a alguien se le haya ocurrido sentarnos en el banquillo de los acusados, pero eso no ha llegado a nuestros oídos. Aquí lo que más hacemos es trabajar y jamás hemos incumplido un plan de producción. Lo aseguro. Vamos para 45 años siendo rentables.

«Como también te aseguro que no somos culpables de los altos precios. Para qué hablarte de ese fenómeno, para qué…».

(Y José Alberto, hombre que solo habla si le piden alguna opinión, ya sea en medio del campo con un sol que raja las piedras, o en alguna reunión del Comité Central, o a niveles más altos, decide opinar sobre lo que tanto se ha escrito y dicho, sin que se observe un cambio: ¿los altos precios?)

—Los bolsillos del pueblo están resentidos y no podemos contentarnos con las buenas respuestas de alguien en las reuniones. En cuestiones de la tierra, en los análisis hay que profundizar mucho todavía. Al mal de los precios especulativos hay que ponerle coyunda y amarrarlo fuerte para que no sigan subiendo. Es increíble que cualquiera en la calle te ofrezca una mano de plátano burro 60 pesos, la libra de malanga a 70 pesos frijol a casi 300 pesos, a 35 pesos la de tomates, la de carne de cerdo allá, por los 450 pesos, la de melón a 100 pesos.

«El otro día entré a una placita, a observar: la libra de plátano vianda a 13 pesos (1 300 pesos el quintal), la de calabaza a 11. 20 (1 120), la de melón a 12. 60 (1 260). Lo más increíble es que los intermediarios ganen más que quienes producen los alimentos en el campo, y que se le permita tamaño abuso.

«El valor de los insumos, es cierto, se ha disparado, pero los precios son desmedidos, injustos y andan sin frenos, sin importar que el que está del lado de allá de la tarima sea el maestro de nuestros hijos, el médico, el profesor de la Universidad, el laboratorista… Quienes especulan con los precios altos no tienen perdón. Algunos, hasta han perdido la vergüenza. Cuesta decirlo, pero es así.

«Ahora bien, creo necesario explicar algo: El que hace producir la tierra gasta mucho, desde que la preparamos, hasta que montamos el racimo de plátano en el camión. Entonces, ¿cómo es posible que, por transportarlo unos kilómetros, el valor de ese racimo suba dos, tres y más veces. Desde mi cooperativa al pueblo de Ciego de Ávila la distancia es inferior a los cuarenta kilómetros, qué tanto gasto lleva, qué tanto esfuerzo. El esfuerzo es de mi gente. El problema es que todo el mundo quiere ganar más que el productor. Te lo demuestro.

«Ese plátano yo lo riego cada seis o siete días, todo un año; le hago las atenciones culturales que lleva, incluida la limpieza del área, prácticamente sin fertilizantes ni herbicidas, todo eso demanda mucho esfuerzo y gastos.

—¿Acopio, un mal necesario?

—No cuestiono su labor, pero hay que someter a revisión los márgenes de ganancias, porque es incomprensible que yo le ponga la libra encima del camión a 10 pesos el plátano vianda (1 600 pesos el quintal) y solo por transportarlo, cuando llegue al mercado, cueste 840 pesos y hasta le pueda poner un margen comercial de hasta el 40 %. ¡Por parte de mi gente, cuánto insumos, esfuerzo, sacrificio y sudor; ¡hasta velarlo durante todo un año para que no te lo roben en el campo! Se trata solo de sacar cuentas de bodega para darse cuenta que algo anda mal.

«Uno se da cuenta, y no lo digo por Acopio, que hay muchas personas con poco esfuerzo viviendo del esfuerzo de los demás».

—¿Ante esa realidad no ha pensado en comercializar sus productos? ¿De que las ganancias sean para otros, que sean para la Cooperativa?

—Lo hemos pensado, pero esa no es la esencia del problema, porque no debemos venderle caro al pueblo, aunque sería una opción. Tendremos que pensar en ser comercializadores. Teniendo en cuenta cómo manejamos las fichas de costo, te aseguro que, si nosotros vendiéramos nuestros productos, incluido ese margen de ganancia necesario, costaría mucho más barato. El objetivo no es confabularnos con lo que cuesta hoy un plátano, pero sí hay que revisar el margen de ganancia e involucrar a todos los actores económicos que intervienen en la comercialización.

—¿Cómo influyen los nuevos actores económicos enlosprec ios y la comercialización de los productos agropecuarios?

—Hoy, el país no cuenta con las posibilidades de suministrar  y dar todos los recursos que necesitamos y el mercado se ha abierto a otros actores económicos, los insumos se han disparado, porque todos estos actores sacan sus cuentas, tanto los que lo importan como los que lo producen en frontera. En el mercado informal el MLC no se comercializa a  uno por 24. El MLC por las ventas de carbón y otros productos agropecuarios lo adquirimos a como esté en el mercado informal y sobre esa base se forman los precios.

Quiere decir que recibimos los insumos a base de los precios de la divisa del mercado informal y estamos vendiendo los productos en moneda nacional y tratando de buscar los precios más asequibles. La cuenta no da. Y eso que hoy la CPA dispone de varios miles de MLC en tarjeta.

«También se ha dado el caso de empresas con las que comercializo que en seis meses he recibido tres o cuatro anexos al contrato, siempre subiéndole el precio a los productos. Cada vez más y más.

«Yo digo que esos son los llamados precios silentes. Nadie grita porque el que va a comprar es una cooperativa, una empresa, una organización determinada, pero al final eso repercute en el pueblo. Quiero ilustrar que entre todos debemos apretarnos en las fichas de costo de los productos agrícolas y de todo lo que se comercialice para evitar la especulación.

«Te digo más. Hay empresas que cuando ves los ingresos mensuales por trabajador, te pones la mano en la cabeza y dices ‘mi madre’. No voy a mencionar nombres, pero las conozco. Diez mil pesos de salario, y más, por transportar algo, otros miles solo por comercializar, mucho más de lo que perciben mis trabajadores. Hacen la ficha de costo sobre el margen de las ganancias. Yo pudiera comercializar el plátano a 2 500 pesos el quintal, pero te repito, ese no es el objetivo. Los ingresos en la agricultura todavía son muy bajos.

«Por demás, con alto riesgo. Desde que uno siembra el plátano, el frijol, boniato, pepino, calabaza… Todo es puro riesgo. ¿La papa? Mira, nosotros pagamos la tonelada de fertilizante, para asegurar la cosecha, a 49 107 pesos. Lo nunca visto.

Aún así, la Paquito se da el lujo de ver coronados esfuerzos: piscina, excelente taller de maquinaria, casas confortables en sustitución de bohíos, restaurante por comedor, computadoras por máquinas de escribir, amplio salón de reuniones; más de 40 casas construidas para los asociados y sus familiares, círculo social para el disfrute de los cooperativistas y de la comunidad, estadio para jugar al béisbol, casas de cultivos, estaciones de bombeo, máquinas de pivote central y mucha tierra por labrar.

Se hace difícil hilvanar esta historia sin referirse a otro guajiro que puso el alma en la CPA: Pipo (Edelio González), el fundador que llevó las riendas de la organización por muchos años, hasta la jubilación; el maestro que enseñó a José Alberto los secretos de la tierra y de la vida, y la magia de la sinceridad y el optimismo.