A la vaca la mata el descontrol

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El oficio es peligroso y se aprende fácil, comentan algunos exreclusos sancionados por hurto y sacrificio de ganado mayor, una figura delictiva en ebullición constante, como las calderas de Pedro Botero.

A la vaca la mata el descontrol

Los modus operandis son tan variados como denigrantes: algunos matarifes le cortan la cabeza al animal, otros lo golpean, o lo cercenan por partes, si el lugar no es del todo seguro como para «trabajar con calma».

El delito comienza con el marcaje del terreno, con saber dónde está la presa, la manera que llegarán a ella y si hay «pitirres en el alambre» (alguien que pueda delatarlos). Después de muerta la presa el espectro se ensancha, porque en raras ocasiones quienes matan se comen toda la carne.

Ellos la comercializan y es cuando comienzan a dejar una gran estela de deformación en el barrio, porque de todo es sabido que si matan el animal es porque tendrá receptadores, previos encargos o no. Eso está probado, más, en estos tiempos de carencia, con la libra de carne vacuna más barata que la de cerdo.

Se ha comprobado que, en ocasiones, la cadena que mata la vaca la conforman más de 30 eslabones —entiéndase personas— desde los que facilitan que ocurra el hecho, la sacrifican, la transportan, la comercializan, hasta los compradores fijos y eventuales.

Es repudiable que quienes se dedican a esta actividad sacrifican sin previa selección (animales de gran valor genético, vacas lecheras o en estado de gestación, novillas. Le cortan los tendones y, en el peor de los casos, ante la posible presencia de algún desconocido y la premura de ponerse a mejor resguardo, el matarife aprovecha solo alguna parte de la res, que se desangra y después queda a mercede de cualquier otro depredador carroñero —auras tiñosas incluidas—, porque los matarifes, generalmente, no suelen regresar al lugar de los hechos hasta pasado un tiempo, si no los convoca la avaricia y la presa fácil, motivada por el descontrol por parte de quienes deben cuidar el rebaño.

Por lo deformador y corruptor del delito se necesita de una mayor acción en la cuadra y el vecindario, más si es el destino final de la «tela roja» o «tilapia de potrero», eufemismo que emplean quienes se dedican a comercializarla.

Eliminar el mal es difícil, pero si se quiere, al menos atenuarlo, hay que cortar las raíces que lo propician. En primera instancia controlar y redoblar la vigilancia sobre la masa ganadera en las empresas estatales, CPA, CCS y tenedores de ganado sin tierra, muchos de los cuales ponen el rebaño en manos de los ladrones.

Llama la atención que, en el sector cooperativo y campesino, por ejemplo, existen en Ciego de Ávila 132 destacamentos de vigilancia campesina, con más de ¡13 000! miembros; es decir, el 95, 6 de los asociados, según cifras proporcionadas por autoridades de esa organización en el territorio.

Sin embargo, en ese sector, en el 2022 la matanza —dicho así, sin eufemismo— ascendió a 1847 cabezas (de ellas 541 equinos). En los primeros cinco meses del actual año la cifra se eleva a 708 cabezas. Cuesta creer en la elevada cifra de hurtos y sacrificios, pese a que, supuestamente, hay más de 13 000 personas —más de 26 000 ojos— cuidando a los animales. Y ni aun así disminuyen los hechos. La pregunta obligada: ¿Funcionarán dichos destacamentos?

Los números espantan. En total (sector Cooperativo y Campesino, y el Estatal), el pasado año en la provincia los matarifes eliminaron 4 618 cabezas de ganado mayor (1 552 equinos) y hasta mayo del presente la cifra anda por 1 896 (729 equinos), muestra de que el hurto aquí, como en el resto del país, va en aumento y sin freno.

En Ciego de Ávila, por ejemplo, desde hace varios años no se realiza un censo y, por ende, la cifra de animales controlados no es la que realmente existe en los potreros; más bien, anda libre por los campos de caña o por las llamadas zonas de silencio, un eufemismo que se le ocurrió a alguien para llamar para darle otro nombre al descontrol.

Las sanciones por sacrificio ilegal de ganado mayor y tráfico de sus carnes pueden ser de hasta 10 años, según el artículo 316.1 del nuevo Código Penal. Ni eso para el delito. En los últimos cuatro años, incluidos los primeros cuatro meses de abril del presente año, la matanza ascendió a poco más de 9 000 animales; si a ello le suma la mortalidad, la cifra crece aún más.

Tintes de impunidad van tomando los delitos relacionados con el hurto y sacrificio de ganado mayor.

Muchos pudieran ser los remedios para acabar con la maldición de los potreros, problema que se ha tornado muy grave. «Los bandidos son peligrosos y persistentes. No respetan horarios ni que haya custodia. Muchas veces vienen de día, armados, con total impunidad, a arrebatarles los animales a los dueños. Lo nunca visto», comenta Julio César, un ganadero de ley, allá por las riberas del Hidroconjunto Liberación de Florencia.

Al paso que va el hurto y sacrificio, no quedarán animales en el campo. En el 2021 el país perdió por esa causa 33 690 cabezas y el pasado año la cifra aumentó a 82 445. Eso representa 16 000 toneladas de carne que son a su vez 5 000 toneladas de carne deshuesada. Si sacamos más cuentas equivale a dos libras de carne por personas perdidas solo por hurto y sacrificio. Insostenible.

Para este comentario Granma se auxilió de 54 tenentes de ganado, en empresas estatales y el sector cooperativo y campesino. La mayoría de ellos manifestó estar muy decepcionado con la política que se lleva con el hurto y sacrificio y con los incentivos para el desarrollo de la ganadería. «La vida del campo y tratar con animales no es nada fácil, para que te los roben, y muchas veces ni se haga justicia. Si no hay un engranaje, un sistema participativo de todos los factores, el problema no se va a resolver. Entonces, estaremos perdidos. La agricultura sola no puede acabar con el hurto y sacrificio».

La realidad es que los ladrones tienen el mercado seguro, en tanto el precio de la carne de res, al menos en Ciego de Ávila, como ya expuse, es inferior a la de cerdo, por lo que hay una creciente demanda. Por esa razón, cada vez más personas comienzan a meterse en ese «negocio».

Llegado a este punto, uno de los interpelados trajo a colación la Operación Tauro, iniciada en agosto de 2011, cuyos avances se expusieron un año después, en los debates previos al IX Período de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que tuvo lugar en el Palacio de Convenciones, en La Habana.

En la Operación…, de la que, pasada más de una década poco se acuerdan, estaban involucrados muchos «factores», incluidos el Ministerio de la Agricultura, organismos estatales, las organizaciones políticas y de masas, las estructuras del Gobierno y el Partido… Todo un sistema estuvo en función de la disminución del hurto y sacrificio. Y se logró frenar la matanza.

Sobre tres elementos actuó dicha Operación: Responsabilidad propia del tenedor de ganado, control del potencial delictivo, y chequeo sobre los receptadores, con participación del barrio, un engranaje que hoy no funciona, o funciona solo en algunos lugares.

Eran tiempos donde no se convivía con los ladrones. Hoy, ellos están en el patio de la casa, en el corral y hasta gozan de cierta impunidad. «Uno puede encontrarse una persona dentro del potrero, a las dos de la mañana, con cuchillos, sogas, sacos y eso no basta para procesarlo; mientras, los actos de violencia son cade vez más recurrentes y peligrosos, porque el ladrón viene dispuesto a matar, y no solo a la res», coincide casi la totalidad de los interpelados por Granma.

Opinan que otra dificultad es la logística de la policía, sobre todo si los hechos continuados ocurren en una misma noche y en varios territorios a la vez, como ha sucedido, al margen de que es imposible que las Policía esté detrás de cada animal.

No es que cuanto no se hace esté diseñado para acabar con la masa ganadera del país. Se trata de cambiar la forma de actuar si cuanto se ha hecho hasta ahora —Operación Tauro aparte— no ha dado resultado. «Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo», decía Albert Einstein.

El «decrecimiento forzado» y la casi nula recuperación llevaría a acabar con la masa ganadera. Hay que decirlo sin cortapisas. Y es que para desarrollar un buen toro o un animal de alto valor genético se invierte, como mínimo, tres años de trabajo; una novilla puede preñarse a los 16 meses para parir a los 25. Demasiado tiempo.

Como estrategia, se puede confinar a los animales en un cuartón noches enteras, pero ese mal manejo tiene su impacto económico por las bajas producciones, aumento de las muertes… Todo ello da al traste con el desarrollo de la ganadería.

Si no se toman medidas urgentes, la masa ganadera podría perderse, y no solo por las muertes y el hurto y sacrificio. Los propios ganaderos ilustran con una forma muy sencilla, matemática de bodega, como ellos dicen: «Es ilógico, coinciden la mayoría de los productores, que el Estado comercialice una lata de refresco a 120 pesos, una de cerveza a 200 y pague al productor solo 20 pesos por un litro de leche».